lunes, 22 de septiembre de 2014

La Olla Podrida

Plaza de la Catedral, Oviedo (Asturias). En primer término la escultura de La Regenta.
«La heroica ciudad dormía la siesta. El viento sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles, que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina, revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de polluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo, se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegados a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo. Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la olla podrida».

Magistral comienzo de La Regenta , la obra maestra de Leopoldo Alas "Clarín". La novela es uno de los exponentes del naturalismo y del realismo literario, basados en reflejar la realidad tal y como es, en reproducirla con una objetividad documental en todos sus aspectos, tanto en los más sublimes como los más vulgares. Vetusta está inspirada en la ciudad de Oviedo. El autor se sirve de la ciudad como símbolo de la vulgaridad, la incultura, el fariseísmo, la podredumbre y la miseria moral. Causó polémica siendo censurada por el obispo de Oviedo después de publicarse. Durante la Guerra Civil, Leopoldo Alas Argüelles , hijo de Clarín y rector de la Universidad de Oviedo fue asesinado: algún falangista de la ciudad alardeaba de haberle matado "para cobrarle las blasfemias que escribió su padre en La Regenta". Posteriormente, durante la dictadura franquista también fue cesurada y vetada. 
Aunque, en rigor,  no es una novela histórica,  describe muy bien  el marco histórico y social de la España de la Restauración en una ciudad de provincias, donde impera la corrupción y el caciquismo, la decadente aristocracia y el auge de la burquesía y el anticlericarismo.  Una novela psicológica  con un retrato despiadado de la condición humana; con más de un centenar de personajes donde el autor hace un certero análisis aplicando el bisturí dejándonos ver las entrañas de cada uno de ellos, desnudando sus almas, no sólo ante el lector, sino ante ellos mismos. En un ambiente social  cerrado, opresor, putrefacto de corrupción moral, deprimente, infame, vanidoso, cínico e hipócrita donde sólo importan las apariencias,  se mueve y se ve atrapada la protagonista principal, Ana Ozores, que junto a Fermín de Pas son los personajes de más intensa  y densa vida interior.

"El marqués de Vegallana era en Vetusta el jefe del partido más reaccionario entre los dinásticos. El favorito actual era (¡oh escándalo del juego natural de las instituciones y del turno pacífico¡) ni más ni menos don Alvaro Mesía, el jefe del partido liberal dinástico. Pero éste, como un jugador de ajedrez que juega sólo, lo mismo se interesa por los blancos que por los negros, Eran panes prestados. Si mandaban los del Marqués, don Álvaro repartía estanquillos, comisiones y licencias de caza, y a menudo algo más suculento, como si fueran gobierno los suyos; pero cuando venían los liberales el Marqués de Vegallana seguía siendo árbitro en las elecciones, gracias a Mesía, y daba estanquillos, empleos y hasta probendas. Así era el turno pacífico en Vetusta, a pesar de las apariencias de encarnizada discordia. Los soldados de filas, como se llamaban ellos, se apaleaban allá en las aldeas, y los jefes se entendían, eran uña y carne. Los más listos algo sospechaban, pero no se protestaba, se procuraba sacar tajada doble, aprovechando el secreto. Vegallana era cacique honorario; el cacique en funciones, su mano derecha, Mesía."

"Las bellas ventustenses , como dice el galletillero de El Lábalo, no saben salir de las tiendas de modas.  Los señoritos se pasean por la acera dispuntando en voz alta para anunciar su presencia. Gozan la ilusión de creerse en otra parte sin salir de su pueblo. Tienen la necesidad de verse y codearse, y oir ruido humano. Es de notar que los vestustenses se aman y se aborrecen; se necesitan y se desprecian. La aparente cordialidad y la alegría expansiva de todos oculta un fondo de rencores y envidias. Uno por uno los vestustenses maldicen de sus conciudadanos, pero defienden el carácter del pueblo en masa. En el casino acontecía lo que es ley general en todos los corrillos. Entre todos murmuraban de los ausentes, como si ellos no tuvieran defectos, estuvieran en el justo medio de todo y en la vida hubieran de separarse. Pero marchaba uno, y los demás le guardaban el respeto por algunos minutos. Cuando ya debía estar en casa el temerario, algunos de los que quedaban decía de repente, 'como ese otro'. Y todos sabían de aquel gesto de señalar a la puerta y tales palabras significaban: ¡Fuego graneado¡.  Y no le quedaba hueso saneado a ese otro. En particular 'las personas decentes' de palcos principales y pateas, que no iban al teatro a ver la función, sino a mirarse y despellejarse de lejos. En opinión de la dama ventustense, en general, el arte dramático es un pretexto para pasar tres horas cada dos noches observando trapos y los trapicheos de sus amigas y vecinas"

El único personaje noble que mantiene su libertad, integridad y dignidad a salvo es precisamente Frígilis, un personaje tomado por todos como un loco, al que no le gusta el teatro, ni se muestra ni pavonea en la vida social como los demás ;un cazador, naturalista y amante de la naturaleza que casi nunca está en la ciudad.

"Así la influencia de la filosofía naturalista de Frígilis llegó al alma de Quintanar por aluvión: insensiblemente se le fueron pegando al cerebro las ideas de aquel buen hombre, de quien los ventustenses decían que era un chiflado, un tontiloco. Frígilis despreciaba la opinión de sus paisanos y compadecía su pobreza de espítitu. 'La humanidad era mala pero no tenía la culpa ella. El oidium consumía la uva, las patatas tenían su peste, vacas y cerdos las suyas; es ventustense tenía la envidia, su oidium, la ignorancia su pistón, ¿qué culpa tenía él?' Frígilis disculpaba todos los extravíos, perdonaba todos los pecados, huia del contagio y procuraba librar de él a los pocos a quien quería. Visitaba pocas casas y muchas huertas; sus grandes conocimientos  y práctica hábil en arboricultura y floricultura, le hacía árbitros de todos los parques y jardines del pueblo; conocía hoja por hoja la huerta del marqués de Corujedo, había plantado árboles en la de Vegallana, visitaba de tarde en tarde el jardín de Petronilla; pero no conocía de vista al Gran Constantino, al obispo madre, ni había entrado jamás al gabinete de doña Rufina, ni tenía con el marqués de Coruedo más trato que el del Casino.
(...) A  don Tomás le llamaban Frígilis, porque, si se le refería un desliz de los que suelen castigar los pueblos con hipócritas apavientos de moralidad asustadiza, él se encogía de hombros, no por indiferencia, sino por filosofía, y exclamaba sonriendo: Qué quieren ustedes? Somos frígilis; como decía el otro. Frígiles quería decir frágiles. Era sagaz en buscar el bien en el fondo de las almas, y había adivinado en Anita tesoros espirituales. 'Mire usted, don Víctor -le decía a su amigo- esa niña merece un rey, y por lo menos un magistrado que pronto será Regente, como usted. Figúrese usted una mina de oro en un país donde nadie sabe explotar las minas de oro; eso es Anita en mi querida Ventusca. En Ventusca lo mejor es el arbolado. Anita es una mujer de primer orden. ¿Ve usted qué hermoso es su cuerpecito que le tiene a usted hecho un caramelo? Pues cuando vea usted su alma, se derretirá como ese caramelo puesto al sol. Un alma buena no es más que un alma sana; la bondad nace de la salud...sólo creo en la bondad de la naturaleza; a un árbol la salud ha de entrarle por las raíces...pues es lo mismo, el alma...' Y seguía filosofando para venir a parar en que Anita era la mejor muchacha del Ventusca: tenía ideas puras, nobles, elevadas y hasta poéticas."

Ana Ozores de Quintanar, mujer de singular belleza y pureza, a la que todos llaman con respeto y admiración la Regenta, por estar casada con el ex-regente de la audiencia don Victor de Quintanar, y a la que se refieren como " la perfecta casada" o la mujer " inexpugnable" incapaz de caer en pecado. Huérfana de madre, con un padre noble venido a menos librepensador, republicano y que casi no pudo hacerse cargo de ella, tuvo quna infancia dura y difícil: criada primero por una despreciable y cruel aya opresora,  y después por unas tías arpías y beatas cargadas de  prejuicios, se ve forzada -para no aceptar el matrimonio de conveniencia que le tienen preparado- a encadenarse por el sagrado sacramento a un hombre mucho mayor que ella al que le procesa cariño y una amor casi paternal y al que entrega los mejores años de su vida y lozanía, pero él dedica más atención a la caza, a las comedias de capa y espada que a ella, además de a su criada Petra. En la vida de la joven Anita todo es tristeza y monotonía, sintiendo que se ahoga en en entorno mediocre y apagado en el que le ha tocado pasar sus días. Pero además de una mujer bella es una mujer sumamente compleja de altos ideales y anhelos románticos, que tiene cohibidos y sólo se rebela a sí misma, hasta que llega el día en que le asignan un nuevo confesor, don Fermín de Pas, el Provisor y hombre más poderoso de Vetusta, admirado y al mismo tiempo odiado, y que será su padre espiritual, hermano mayor del alma y que la guiará en el camino de la virtud. Pero no es sólo la fe lo que se oculta en el corazón de la Regenta, sino también el amor pasional, oculto y pecaminoso que siente por el lechuguino dandy Álvaro Mesía, el cacique local, presidente del casino y galán con fama de don Juan Tenorio y que él mismo alardea ante los demás de sus conquistas amorosas de criadas, aldeanas y mujeres casadas de la alta sociedad. 

"Ana Ozores es la mujer ideal. Tiene todo aquello a lo que puede aspirar una mujer de su clase. Es guapa, modélica y casta en los dos sentidos de la palabra. Los hombres la idolatran, las mujeres la admiran y a unos y a otras les molesta que sea tan perfecta porque les recuerda que ellos no lo son. La Regenta no es una mujer cualquiera, pero a media ciudad le gustaría verla convertida en una cualquiera. Sobre todo sus amigas de la alta sociedad, damas linajudas de rango y copete, pues todas ellas ya han probado en sus carnes los placeres de la lujuria adúltera y sueñan con que Ana caiga al lado oscuro como han caído todas.

Pero también Vetusta es, por tanto, la verdadera protagonista de la historia. A pesar de estar inspirada en Oviedo podría ser cualquier ciudad de provincias de aquel siglo o del nuestro, que conserva aún muchos de los vicios y defectos más de cien años después. No es una novela que pretenda hacer amigos: su autor, Leopoldo Alas «Clarín» carga las tintas contra la Iglesia y contra los ateos, contra los caciques y contra los obreros, contra los señores y contra los criados, contra las mujeres y contra los hombres. En el fondo, la historia de Ana Ozores es una excusa —deliciosa, pero excusa a fin de cuentas— para construir una tremenda crítica a todos los estamentos de una sociedad rancia cuya medicina es un aire nuevo que nadie sabe, quiere o puede proporcionar.

Entre los muchos aciertos de la novela hay que destacar el ojo sagaz del autor para hurgar en la psicología pero también en los hechos. Nos gustan, sí, las historias en las que nos plantean las razones por las que los personajes actúan como actúan, ¿verdad? De ese modo nos da la sensación de que el autor sabe cómo hacer para que el malvado nos parezca noble. Pues Clarín le da una hermosa vuelta de tuerca a todo eso diseccionando a cada uno de los personajes para mostrarnos su descontento con toda la sociedad. Al terminar La Regenta, el lector se queda con la sensación de que el autor no está de parte de ninguno. Tan solo un personaje se libra de la quema [Frígilis] y no es casual que sea el que menos afín se siente con la vida en la ciudad, el que más ganas tiene de alejarse del mundanal ruido de la Vetusta/España caciquil y mohosa."



La  olla podrida es, como se sabe, un guiso de nombre añejo y difícil digestión. Ya Cervantes, antes que "Clarín" la vinculó - aunque de manera irónica- con la politica nacional: "no hay cosa en el mundo de peor mantenimiento que una olla podrida. Allá las ollas podridas para los canónigos o para los rectores de de colegios o para las bodas labrodescas, y déjennos libres las mesas de los gobernadores" (El Quijote).

"Ventusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión  del cocido y de la olla podrida". En la alusión a la "olla podrida"  se dice metafóricamente mucho más de lo que se aparenta. Está describiendo esa Ventusta del último tercio del siglo XIX en plena Restauración borbónica. En esa Ventusta decimonómica, que es España, estamos, seguimos estando.

La lectura la hice en una edicion en e-book con prólogo de Benito Pérez Galdós, otro escritor representante de la novela realista y amigo del autor de La Regenta. Hay un fragmento del libro de Benito Pérez-Galdós "La fe nacional y otros escritos sobre España" publicado en 1912 y que hoy, más de un siglo después, tiene plena vigencia:


"Los dos partidos que se han concordado para turnarse pacíficamente en el Poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado los mueve; no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza, pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos... Si nada se puede esperar de las turbas monárquicas, tampoco debemos tener fe en la grey revolucionaria (...) No creo ni en los revolucionarios de nuevo cuño ni en los antediluvianos (...) La España que aspira a un cambio radical y violento de la política se está quedando, a mi entender, tan anémica como la otra. Han de pasar años, tal vez lustros, antes de que este Régimen, atacado de tuberculosis ética, sea sustituido por otro que traiga nueva sangre y nuevos focos de lumbre mental"

En un libro de viajes de Katharina Lee Bates, CARRETERAS Y CAMINOS DE ESPAÑA  del año 1900 se puede encontrar este texto: "Esta es una de las características más tristes y descorazonadoras de la situación", nos comentó un español: 'Es una insensatez, no se dan cuenta de la crisis nacional. Los políticos no se preocupan más que de enriquecerse y al pueblo, ya lo ve, no le preocupa nada más que divertirse'."


Enormes paralelismos con la España de las últimas décadas. Ya inmersos en la segunda década del siglo XXI, nada ha cambiado, todo sigue igual y con la misma mentalidad: podredumbre, caciquismo, corrupción, ignorancia, incultura, banalidad y frivolidad. Eso sí tenemos grandes y modernas infraestucturas de lujo: de autopistas que no llevan a ninguna parte, aeropuertos sin aviones, AVEs sin pasajeros; alta tecnología digital de importación en forma de televisores de plasmas HD, tables, smarthphones con conexiones 4G a internet que nos sirven para estar conectados a los medios de desinformación, manipulación, propaganda y fútbol que fomentan además la nadería, las banalidades y frivolidades.  Una sociedad  mediocre y sin valores cada vez más desinformada y manipulada; más ignorante e inculta; más pueril e infantilizada.


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3 comentarios:

Cayetano dijo...

No hace mucho que estuve en Oviedo. Una ciudad que me encanta. Me lo has recordado por esa foto tan célebre de La Regenta con la catedral al fondo. Por cierto que conocí hace tiempo a uno -una- de tu tierra que me decía que muchos asturianos andaban un poco mosqueados con Clarín porque arremetía contra una sociedad decimonónica pacata, tradicional y de doble moral. Y claro, aunque se llame "Vetusta", catedral gótica en España con una sola torre, pues... blanco y en botella.
Por cierto, desde donde está hecha la foto, si tiras por la calle que está a la derecha vas a dar a una tienda, subiendo a la izquierda, creo, que en el escaparate tiene todo un homenaje a nuestros políticos corruptos: chorizos a mansalva. En mi vida vi tantos juntos.
Me alegra que sigas en actividad por este mundillo bloguero.
Un saludo.

Linda dijo...

Beautiful photo.

Katy dijo...

"La Navidad forma parte de esa niñez que conservamos en nuestro corazón, y que renovamos cada año aunque sea en secreto” Katy
Felices fiestas junto a los tuyos. Un cálido abrazo navideño