domingo, 21 de marzo de 2021

HUNDIMIENTO Y RUPTURA DE UNA NACIÓN

(*) "Cuando miro atrás sobre cómo hemos llegado a esto, a que una democracia de cuarenta años en uno de los países con más larga historia en Europa se vea en la que nos vemos, me llevan los diablos con la podredumbre moral de una clase política capaz de prevaricar de todo, de demolerlo todo con tal de mantenerse en el poder aunque sea con respiración asistida. De esa panda de charlatanes, fanáticos, catetos y a veces ladrones —con corbata o sin ella—, dueña de una España estupefacta, clientelar o cómplice. De una feria de picaros y cortabolsas que las nuevas formaciones políticas no regeneran, sino alientan.

El disparate catalán tiene como autor principal a esa clase dirigente catalana de toda la vida, alta burguesía cuya arrogante ansia de lucro e impunidad abrieron, de tanto forzarla, la caja de los truenos. Pero no están solos.
SOROS: ROMPIENDO ESPAÑA por Juan A. de Castro 
Por la tapa se coló el interés de los empresarios calladitos y cómplices, así como esa demagogia estólida, facilona, oportunista, encarnada por los Rufiancitos de turno, aliada para la ocasión con el fanatismo más analfabeto, intransigente, agresivo e incontrolable. Y en esa pinza siniestra, en ese ambiente de chantaje social facilitado por la dejación que el Estado español ha hecho de sus obligaciones —cualquier acto de legítima autoridad democrática se considera ya un acto fascista—, crece y se educa desde hace años la sociedad joven de Cataluña, con efectos dramáticos en la actualidad y devastadores, irreversibles, a corto y medio plazo. En esa fábrica de desprecio, cuando no de odio visceral, a todo cuanto se relaciona con la palabra España.
Pero ojo. Si esas responsabilidades corresponden a la sociedad catalana, el resto de España es tan culpable como ella. Lo fueron quienes, aun conscientes de dónde estaban los más peligrosos cánceres históricos españoles, trocearon en diecisiete porciones competencias fundamentales como educación y fuerzas de seguridad. Lo es esa izquierda que permitió que la bandera y la palabra España pareciesen propiedad exclusiva de la derecha, y lo es la derecha que no vaciló en arropar con tales símbolos sus turbios negocios. Lo son los presidentes desde González a Rajoy, sin excepción, que durante tres décadas permitieron que el nacionalismo despreciara, primero, e insultara, luego, los símbolos del Estado, convirtiendo en apestados a quienes con toda legitimidad los defendían por creer en ellos. Son culpables los ministros de Educación y los políticos que permitieron la contumaz falsedad en los libros de texto que forman generaciones para el futuro. Es responsable la Real Academia Española, que para no meterse en problemas negó siempre su amparo a los profesores, empresarios y padres de familia que acudían a ella denunciando chantajes lingüísticos. Es responsable un país que permite a una horda miserable silbar su himno nacional y a su rey. Son responsables los periodistas y tertulianos que ahora despiertan indignados tras guardar prudente cautela durante décadas, mientras a sus compañeros que pronosticaban lo que iba a ocurrir —no era preciso ser futurólogo— los llamaban exagerados y alarmistas.
Porque no les quepa duda: culpables somos ustedes y yo, que ahora exigimos sentido común a una sociedad civil catalana a la que dejamos indefensa en manos de manipuladores, sinvergüenzas y delincuentes. Una sociedad que, en buena parte, no ha tenido otra que agachar la cabeza y permitir que sus hijos se mimeticen con el paisaje para sobrevivir. Unos españoles desvalidos a quienes ahora exigimos, desde lejos, la heroicidad de que se mantengan firmes, cuando hemos permitido que los aplasten y silencien. Por eso, pase lo que pase, el daño es irreparable y el mal es colectivo, pues todos somos culpables. Por estúpidos. Por indiferentes por cobardes."
(Arturo Pérez-Reverte, escritor, en uno de sus artículos en 2019)

"AQUÍ MOJÁNDOME. Llevo unos años asomado a Twitter, y sigo en ello porque me parece una poderosa herramienta de comunicación para lo bueno, que es mucho, y para lo malo, que tal vez sea más. En pocos lugares como ése se advierte lo mejor y lo más despreciable de la condición humana. Por eso permanezco atento a la pantalla. Lo hice al principio de forma combativa y lo hago ahora de modo más contemplativo. No debato con nadie: planteo asuntos, miro y aprendo pese a mis años. También me hago viejo y me canso. Eso hace que algunos seguidores me lo reprochen. Mójese, don Arturo. No escurra el bulto, juzgue, opine. Olvidan, quienes eso plantean, que Twitter, o por lo menos el mío, no es un servicio público, sino un rincón propio y libre. La barra del bar donde tomo copas con los amigos. Y que a nada obliga. Pero hay algo más, y de eso quiero hablarles hoy.

En lo de mojarse, llevo haciéndolo casi 30 años, desde que dejé de ser reportero. Los viejos lectores de esta página y los tuiteros más veteranos lo saben: lamenté que Felipe González nos arrebatase la fe en las cosas hermosas, que la arrogante ambición de Aznar nos llevase al desastre, que la imbecilidad de Zapatero iniciase la demolición del Estado, que la desvergüenza de Rajoy y sus cuarenta ladrones dejase a España hecha una piltrafa, que la cínica chulería de Sánchez nos lleve al borde del abismo y que la siniestra catadura de Pablo Iglesias –el único que, paradójicamente, no pretende engañar a nadie– no haya disparado ya todas las alarmas democráticas entre quienes todavía lo aplauden.

Todo eso lo dije por escrito y de viva voz, nunca por defender a los míos frente a los otros, pues los míos están en mi biblioteca y nada tienen que ver con tanta basura. Por decirlo he pagado los precios correspondientes, algunos muy altos e incómodos. No fui el único, por supuesto, pero sí de los pocos. Ahora decirlo suena raro, pero apelo a la memoria de ustedes para recordar que durante muchos años quienes se la jugaron en público fuimos cuatro gatos. Otros opinadores y/o novelistas, algunos de ellos mostrando una admirable capacidad de succionar lo que hiciera falta, navegaban entre dos aguas, barrían para casa, hablaban muy bajito para su pandilla e incluso afeaban el desgarro de quienes dábamos la cara. Ahora es diferente, claro. En el descojone general están más arropados y cacarean. Pero esos humos podían haberlos soltado en Despeñaperros.

Este año cumpliré los setenta y estoy cansado. España no se respeta a sí misma y ha conseguido que nadie la respete fuera, convirtiéndose en el pitorreo de Europa y América. Pese a los repetidos toques de alerta de quienes lo vimos venir, este patio de Monipodio es al fin un disparate en manos de demagogos, oportunistas e irresponsables de todos los colores y parlas. Que, no lo olvidemos, son elegidos por aquellos millones de españoles a los que sin duda representan. Por eso quiero que esta página sirva hoy de manifiesto personal. Me borro de debates y otras mierdas. Me aparto del debate político, de la pandemia, del feminismo ultrarradical que tanto perjudica al de verdad, de las palabras con tilde o sin tilde. Me niego a comentar la actualidad, a puntuar el día a día de nuestra estupidez y nuestra vileza. No excluyo que si alguna vez se me sube la pólvora al campanario alce la voz para ciscarme en los muertos de alguien; pero quiero envejecer tranquilo, y gracias a ustedes puedo hacerlo. Seguiré tecleando artículos semanales, tuiteando y escribiendo novelas, mientras las lean. Y cuando quiera aludir al presente, ya que mis propias palabras me aburren de tanto repetirlas, buscaré hacerlo como hago últimamente en Twitter, con voces tomadas de esa biblioteca que es a la vez consuelo y analgésico. Demostrando que somos tan estúpidos que creemos nuevo lo que, simplemente, ignoramos o hemos olvidado.

Así que ya saben. Quienes quieran buscarme, aquí me encontrarán mientras la salud y la vida lo permitan, imaginando y contando historias, que es mi oficio. En cuanto a largarme a Andorra o a Groenlandia, que también podría, no entra en mis planes. Ésta es mi tierra y ésta mi gente. Amo a España por desgraciada, como a esas huerfanitas de las radionovelas antiguas: por lo mucho que sufre y ha llorado, y todavía va a llorar. No quiero mirarla cobarde y a salvo, desde lejos. Y no estoy dispuesto a que una pandilla de hijos e hijas de puta –seamos paritarios en eso– a los que financio cada año con la mitad de mis ingresos, logre echarme de mi patria. Aunque como español ya sólo tenga fe en el jamón ibérico, en Miguel de Cervantes y en la Guardia Civil."

ARTURO PÉREZ-REVERTE, Marzo 2021
+>https://www.zendalibros.com/perez-reverte-aqui-mojandome/

¿A QUÉ NOS ENFRENTAMOS? Tenemos encima una tiranía totalitaria con sus matones parlamentarios, con sus sicarios periodísticos y televisivos y sus delatores. Tenemos la mentira sistemática en un poder otorgado por el cambalache de la aritmética parlamentaria, cuyo cálculo venenoso suma toxicidades en la rebotica de las urnas con la mansa complicidad de la estúpida colaboración de una 'derechita acomplejada y cobarde' al servicio del globalismo, la ideología de género, el lobby LGTBI; más ocupada en sus corruptelas y no perder sus mamandurrias, y en desparasitarse de adjetivaciones 'fascistas' que preocupada por la monstruosidad totalitaria del corpus legislativo que carga de cadenas la memoria, de grilletes la libertad de pensamiento, de más mordazas la libertad de expresión y de amenazas a la libertad de opinión.
Más de dos años de
degeneración de la degeneración, de ir a peor el empeoramiento, de ver lo que se nos venía encima, o mejor dicho, de lo que ya teníamos encima. Pero hay una parte de la sociedad enferma, ciega de sectarismo y ebria de odio y fanatismo. Hay otra parte de la sociedad -la mayoritaria- indiferente, anestesiada y dormida, como si la cosa no fuera con ella: Una España ciega, con una ceguera voluntaria que se niega a encarar de frente la realidad. Después tenemos a personas como Arturo Pérez-Reverte, un 'héroe cansado' de luchar en vano. No seré yo quien le reproche nada, ya a su edad y con la continua sensación de estar predicando en el desierto.
Pero hay una España Viva, lúcida, disidente, inconformista y valiente que no vive de espaldas a la realidad, que resiste y no se rinde, y que lucha contra viento y marea en una lucha desigual de un David contra Goliat. Pero los que avizoramos la tiranía cuando aún estaba en pañales disfrazada por el traje democrático, SEGUIMOS ESTANDO SOLOS Y ESTIGMATIZADOS sin recursos y sin intendencia. Pero para que España viva se necesita más. No se puede dejar a pequeños grupos de la resistencia de la sociedad civil, sin medios ni financiación, y a VOX cargar con toda la responsabilidad. NO tenemos un gobierno normal. Tenemos un gobierno al servicio de los intereses de la plutocracia globalista, y socio de los enemigos interiores de España, que odian a la nación y han dicho por pasiva y por activa que su objetivo es hundirla, 'una España rota' como dijo Otegui. Si no hacemos nada, como avisó Edmun Burke, será el mal lo que triunfe. Llegó esa hora decisiva en la cual ya no es posible exiliarse en islas rozadas por el viento o buscar refugio junto a huertos plantados por hombres de mano tranquila.