domingo, 6 de diciembre de 2020

LA DESCONSTRUCCIÓN DE ESPAÑA

No estamos viviendo la destrucción de España. Estamos viviendo su desconstrucción. No es lo mismo. Es otra cosa. Y ES PEOR.

LA DESCONSTRUCCIÓN o deconstrucción es un término tomado de la filosofía. Muy sumariamente, consiste en coger un texto, aislarlo de su significado expreso, descomponer sus partes y analizarlas por separado para investigar en cada una de ellas un significado propio. La idea se le ocurrió a Heidegger para tratar de encontrar el camino del pensamiento griego que, a su juicio, la metafísica occidental había extraviado. Después Derrida se quedó con la patente y la utilizó para otra cosa: analizar críticamente los grandes conceptos del pensamiento moderno bajo la convicción –o, más bien, la sospecha- de que tras ellos se ocultan intereses inconfesables. Es decir que algo no quiere decir lo que aparentemente dice, sino otra cosa que el investigador crítico debe averiguar aislando los conceptos y analizándolos por separado. En la ola de la cultura posmoderna vemos habitualmente numerosos ejemplos de desconstrucción: desde la gastronomía, con esas tortillas de patata que consisten en presentar la patata y el huevo por separado, hasta la cinematografía, con esos héroes presentados como personajes movidos por fuerzas muy poco recomendables.

Naturalmente, el procedimiento queda sujeto a severas críticas: ¿Con qué derecho destroza el crítico algo que el autor quiso mostrar unido? ¿No es tanto como romper una catedral para quedarse simplemente en el examen de la piedra? Y por otro lado, ¿con qué criterio se atribuye ese significado nuevo a las partes del conjunto? ¿No es un método demasiado expuesto a la arbitrariedad?  Pero no es cuestión aquí de hacer un ensayo sobre la desconstrucción. Quedémonos con la clave: separar lo que esta unido, aislarlo del conjunto y dar a cada cosa un significado distinto al que tenía. Y traerlo aquí es oportuno porque eso, precisamente eso, ES LO QUE ESTÁ PASANDO HOY EN ESPAÑA.

PEOR QUE UNA EMPRESA DE DEMOLICIONES

IMAGINAD UNA CASA. Llega uno de esos bulldozer armados con una poderosa bola de demolición y empieza a golpear hasta que no queda piedra sobre piedra. En el montón de escombros aún son reconocibles las vigas quebradas, las paredes deshechas, las ventanas rotas… pero es un desastre. Eso es la destrucción. Era lo que soñaba Azaña cuando se figuraba la República como “una vasta empresa de demoliciones”. Pero de ahí se salió. Ahora bien, imaginad que a esa misma casa llega una cuadrilla y metódicamente, desde dentro, desmantela cada una de sus partes –las vigas, los ladrillos, las ventanas, incluso el cemento reducido ahora a polvo-, las deposita en el suelo alejadas unas de otras, cubre los cimientos y se asegura de que nadie guarde memoria de los planos. Y después dispersa todos los elementos y les da a cada uno un significado distinto al que tenían. ES PEOR QUE UN DESASTRE: ES LITERALMENTE, UNA ANIQUILACIÓN. Eso es la desconstrucción.

LO QUE ESTÁ PASANDO AHORA EN ESPAÑA no es que haya aparecido alguien resuelto a DEMOLER EL EDIFICIO. Eso ya había ocurrido antes. Lo que hoy está pasando es que UNA CUADRILLA, DESDE DENTRO, SE HA PROPUESTO DESMANTELAR TROZO A TROZO, alejando cada una de sus partes y dándoles un significado distinto, como si jamás hubieran estado juntas (más aún: como si nunca hubieran debido estar juntas). La clave no está sólo en el desmantelamiento. Este es un paso imprescindible, pero sólo es un primer paso. La clave está en la atribución de un significado nuevo y discrecional a cada una de las partes. ASÍ SE ESTÁ DESCONSTRUYENDO NUESTRA IDENTIDAD COLECTIVA, NUESTRA IDENTIDAD NACIONAL.

Una identidad colectiva no es algo que se pueda crear por ley. LA IDENTIDAD NACIONAL ESPAÑOLA –como la de Francia, la de Inglaterra o la de Alemania, sin ir más lejos- ES EL PRODUCTO DE UN DETERMINADO PROCESO HISTÓRICO. A lo largo de ese proceso han ido uniéndose, entrelazándose y superponiéndose distintos elementos que, todos juntos, han formado un ser colectivo (digamos un texto, por seguir con el modelo derridiano), algo que es superior a la suma simple de sus partes. Hay un territorio relativamente definido. Hay una cierta homogeneidad étnica. Hay una religión ancestral que, con independencia de la fe en sus dogmas, ha impregnado la conciencia general, la idea de lo bueno y de lo malo. Hay una lengua compartida por todos, incluso cuando comparecen lenguas particulares. Hay una cultura que espontáneamente reconocemos como propia. Hay una Historia común que da razón de lo que somos. Hay, en fin, una ley que organiza la vida del conjunto. Esos son los materiales de la construcción. Todo eso se ha combinado de una determinada manera como consecuencia de determinadas circunstancias históricas. Y no es una construcción artificial, no es ese “constructo” del que hablan los cursis, no: es una CONSTRUCCIÓN NATURAL, porque ARRAIGA EN LA HISTORIA Y LA HISTORIA ES LA NATURALEZA DE LOS PUEBLOS.

PERO SI DESCOMPONEMOS TODO ESO , si arrancamos cada parte del todo y la aislamos y, más aún, si tratamos de dar a esas partes una vida singular, entonces DES-CONTRUIMOS EL EDIFICIO. Y eso ES EXACTAMENTE LO QUE HOY ESTAMOS VIVIENDO EN ESPAÑA. El territorio común se está deshilachando bajo la presión de poderes locales cuya supervivencia depende, precisamente, de crear la impresión de que pueden existir por sí mismos, separados del todo. La lengua común es cada vez menos común, porque, allá donde existe lengua local, las oligarquías han encontrado en ella un excelente instrumento para alistar sus propias clientelas de poder. La religión común ya sólo es un vago recuerdo arquitectónico, continuamente empujada a la irrelevancia pública. La proximidad étnica se disuelve bajo una catarata de mensajes que tratan de convencernos de que cualquiera puede vivir en cualquier parte con sus propias reglas. La cultura compartida ni se enseña ni se transmite. En cuanto a la ley común, es decir, la Constitución y sus instituciones, ya ha dado muestras de ser más líquida que sólida, como un cemento con demasiada agua. Y para que nadie guarde memoria de los planos de la casa, se ha reescrito minuciosamente la Historia con tinta falsa, ya se trate de la transición, de la II República o de la invasión musulmana (como en el patético manual de Bachillerato de la editorial Casals), silenciando lo que nos une y subrayando lo que nos separa.

EL NUEVO TEXTO EX-ESPAÑOL

Así desconstruido el texto, nuestra cuadrilla se ha aplicado enseguida a dar un significado nuevo a los fragmentos. Ya no hay nación española sino “Estado” (o sea, un mero artificio técnico-administrativo). Sólo existe “nación” allá donde hay minorías regionales que se atribuyen ese nombre. LA LENGUA COMÚN DESAPARECE para ser sustituida por “lenguas propias”. En vez de la religión aparecen las religiones (con especial atención institucional a los musulmanes). La cultura común está prácticamente extinguida por falta de transmisión generacional. Hablar de parentescos étnicos es pecado. El propio término de “identidad” se ha convertido en sospechoso. LA HISTORIA NACIONAL ES REEMPLAZADA por las historias locales o, aún peor, las diversas “memorias”. El marco constitucional, en fin, se va convirtiendo en un “texto vivo” (así lo llaman) susceptible de ser modificado a voluntad por la presión de una exigua mayoría parlamentaria. Que todo esto se haga en nombre de la democracia no deja de ser un chiste añadido al final, una suerte de epítome sarcástico, porque mal puede hablarse de “poder del pueblo” cuando ya no hay ni demos ni ethnos que den sustancia al pueblo en cuestión.

Se está construyendo ante nuestros ojos un edificio nuevo, un texto nuevo, reelaborado a partir de los fragmentos desconstruidos de la nación española histórica. Por eso es tan importante ser capaz de poner nombres y dar un significado a las cosas. En eso consiste la ahora famosa “BATALLA CULTURAL”, un asunto que la derecha española ha tardado cuarenta años en entender (y que, aun hoy, no parece haber comprendido del todo). Es la misma razón por la cual no basta con enarbolar la Constitución, como si la mera aparición de las tablas de la ley del 78 fuera a paralizar el proceso de desconstrucción. LA CONSTITUCIÓN –como evocar la bandera, la monarquía o las viejas glorias del pasado- sólo son antídotos eficaces si se presentan integrados en un texto con sentido. Por separado no significan apenas nada. Tal vez sólo el eco de una vieja historia que nadie es ya capaz de recomponer.

Quién sabe. Quizá el proceso de desconstrucción sea irreversible. Quizá el desmantelamiento de los significados nacionales ya no tenga solución. Y entonces –quizá, quizá- haya llegado el momento de recoger los pedazos del texto y volverlo a reescribir, como los cronistas asturianos del siglo X recogieron los trozos rotos de la “España perdida”. No deja de ser una tarea fascinante para los años venideros. Pero hay que empezarla ya.
LA DESCONSTRUCCIÓN DE ESPAÑA por José Javier Esparza
Estatua de Pelayo, Covadonga
ESTATUA DE PELAYO, COVADONGA, ASTURIAS 

EN JUEGO, LA LIBERTAD, La Gaceta de la Iberosfera

Creímos tocar lo más hondo del subsuelo al comprobar cómo el tedioso lenguaje de la corrección política ganaba terreno. Y lo ganaba hasta el punto de decidir qué ideas merecían ser arrinconadas, despreciadas, pisoteadas bajo una censura tan encubierta como eficaz. Ese nuevo tribunal de la santa inquisición progre. Después, sufrimos infartos intelectuales ante una nueva corriente de antipensamiento que controlaba y juzgaba las letras de las canciones, los tonos simpáticos de entrañables anuncios televisivos o cualquier declaración vagamente interpretable o sospechosa de apartarse medio milímetro del discurso oficial. Ideas o palabras no del todo afectas al Régimen, eran de pronto arrojadas a una hoguera donde las hordas celebraban el proceso de extinción de sonidos parecidos al disenso. Todo eran cadenas, prohibiciones, escándalo.

Algunos nos indignábamos, sí, al ver que una banda de contertulios parasitarios o de políticos amiguísimos de lo ajeno (sobre todo de los beneficios que les reportaba el esfuerzo del ciudadano medio), destruían el más mínimo amago de pensamiento. Tocaba repetir como imbéciles las consignas televisivas, y la derecha acojonada —que nunca creyó en nada, mucho menos en sí misma— aceptaba el avance imparable del absurdo .

Llegó esa hora decisiva en la cual ya no es posible exiliarse en islas rozadas por el viento o buscar refugio junto a huertos plantados por hombres de mano tranquila.

Un día llegamos a la ingenua conclusión de que las cosas no podrían ir a peor. Quien quisiera sostener el pulso a tanta infamia, lo haría con un permanente movimiento de pies sobre arenas movedizas. Estaría condenado a un implacable exilio interior.

Y si pensábamos que esto no podía empeorar fue porque ignorábamos una terrible realidad: debajo del infierno conocido había un averno mucho más profundo y sofisticado.  Nos esperaba, quién iba a decirlo, ese abismo monocolor donde hasta las interpretaciones históricas serían obligatorias o estarían prohibidas (con sanciones disparatadas para los disidentes), en los juzgados imperaría como criterio la condición biológica y sufriría censura inmediata cualquiera que tratara de poner en entredicho los sacrosantos mandamientos del catecismo progre, que todo lo contamina con su olor nauseabundo. Y entonces se dieron cuenta de que la masa tragaba con todas las aberraciones, aunque se estuviera dictando la prohibición de asistir al sepelio del padre muerto por COVID mientras colaboradores del pesebre llenaban el espacio cerrado de estudios televisivos.

Llegó esa hora decisiva en la cual ya no es posible exiliarse en islas rozadas por el viento o buscar refugio junto a huertos plantados por hombres de mano tranquila. Porque al fin y al cabo, esos lugares también terminarían siendo arrasados por furiosos vendavales. Es el momento inexcusable de comprometerse porque —ahora sí— se ha alzado un muro firme, fiable, con vocación de proteger lo innegociable frente a la barbarie que todo quiere emponzoñar.

Vivimos, por fin, el tiempo de hacerles frente, de discutirles el futuro y de mostrarles una enmienda a la totalidad. Hoy, los hijos de España exclamamos que nuestra madre -como ayer, como siempre- no se resigna a morir.

Por Luís Montero Trénor

sábado, 14 de noviembre de 2020

LA IDEOLOGÍA INVISIBLE / NUEVO ORDEN MUNDIAL

 ¿ORWELL o HUXLEY? ¿UNA SOCIEDAD OPRIMIDA O NARCOTIZADA?

Se percibe desde hace un tiempo en Occidente un creciente descontento con los sistemas políticos, una pérdida de credibilidad de los dirigentes y las instituciones. Y una desconfianza en los medios de comunicación, raramente capaces de ofrecer información y opinión independientes. Pero no existe acuerdo sobre las causas de este fenómeno. Mientras unos cargan la culpa sobre las élites y los grupos de presión por su poder desmesurado, por manipular la información, por difundir ideologías absurdas, contrarias al sentido común, otros atribuyen la responsabilidad a los ciudadanos por su pasividad, indolencia, desconocimiento o comodidad, por su extrema apatía y dejación, que permiten a los gobernantes actuar a placer y voluntad. Entonces, ¿hay que buscar la raíz de estos males arriba o abajo? ¿En la perversión de las instituciones, en la depravación del poder o, por el contrario, en la acentuada desidia de las masas?
En Amusing ourselves to death (1985) Neil Postman plantea ingeniosamente esta disyuntiva contraponiendo las dos distopías más geniales del siglo XX: 1984, de George Orwell y Un Mundo Feliz de Aldous Huxley. Ambas describen SISTEMAS TOTALITARIOS CON UN DESMEDIDO CONTROL POLÍTICO Y SOCIAL, donde no queda rastro de la democracia clásica. Pero cada novela señala un camino distinto al despotismo:
-. En la distopía orwelliana la opresión es explícita, agobiante y activa. Pero la tiranía huxleyana resulta sutil, imperceptible para mucha gente que se siente feliz, cómoda, encantada con ella.
.- En una, el gobierno prohíbe los libros peligrosos; en la otra no necesita proscribirlos pues a nadie le interesan.
-. En la primera, el poder tergiversa la verdad, controla la información y la ofrece a cuentagotas; en la otra, el torrente de información es tan abrumador que la verdad queda disimulada, disuelta en un océano de noticias irrelevantes.
-. En la sociedad orwelliana la cultura está cautiva, en la huxleyana es simplemente insustancial, frívola y trivial.
La tiranía de '1984' es aparentemente más opresiva… pero resulta mucho más fácil de identificar y combatir que la de 'Un Mundo Feliz'. Siempre habrá personas dispuestas a resistirse a una dictadura represora pero no hay tantas que se opongan a un despotismo paternalista, donde la gente se deleita con diversiones banales mientras se desentiende de los problemas reales. SE REBELA ANTES EL OPRIMIDO QUE EL NARCOTIZADO.
Alexis de Tocqueville anticipó hace casi dos siglos este peligro:
Trato de imaginar nuevos rasgos con los que el despotismo puede aparecer en el mundo. Veo una multitud de hombres dando vueltas constantemente en busca de placeres mezquinos y banales con la que saciar su alma. Cada uno de ellos, encerrado en sí mismo, es inconsciente del destino del resto. Sobre esta humanidad se cierne un inmenso poder, absoluto, responsable de asegurar el disfrute. Esta autoridad se parece en muchos rasgos a la paterna pero, en lugar de preparar para la madurez, trata de mantener al ciudadano en una infancia perpetua.
EL DEVASTADOR EFECTO DE LA TELEVISIÓN:
Postman afirmaba que el mundo occidental ha evolucionado siguiendo las pautas de Huxley, no las de Orwell. Pensaba que los cambios en la tecnología de la información, especialmente la televisión, habían generado una sociedad de banalidad y diversión, que rechaza el pensamiento, que se infantiliza a pasos agigantados. La tele no requiere formación, capacidad comprensiva o lectora ni pensamiento crítico. Y ofrece noticias sin contexto, seriedad ni valor. No hay conceptos, sólo variedad, novedad, acción y movimiento; puro placer y entretenimiento. La pequeña pantalla anula los conceptos, las ideas, atrofia la capacidad de abstracción y anquilosa el entendimiento, sustituyendo el conocimiento profundo por una visión superficial.
Por ello, los televidentes estarían muy entretenidos pero pésimamente informados, aunque su percepción sea justo lo contrario gracias a esa falsa sensación de conocimiento que ofrece la pequeña pantalla. Pocas cosas resultan más correosas, más difíciles de combatir que la ignorancia disfrazada de sabiduría, ese 'panem et circenses' para unas masas embrutecidas que se creen Cicerón. La tele no prohíbe los libros; simplemente los desplaza con la ley del mínimo esfuerzo. Para Postman, no es que los dirigentes engañen ahora mejor que antes; es la sociedad la que ha perdido la capacidad de detectar la mentira.
Postman acertaría, en parte, a juzgar por esa apoteosis de vulgaridad que se ha contagiado incluso a buena parte de la prensa seria. Algunos medios escritos imitan a ciertos programas televisivos promocionando el cotilleo más obsceno, el chascarrillo, el escándalo, el sensacionalismo, esas noticias que hacen las delicias del público con mentalidad adolescente. Se percibe una fuerte deriva hacia el puro entretenimiento, la mera diversión, en detrimento de la información y análisis rigurosos.
Pero existen otros elementos que apuntan más a la línea de 1984, como el control que ejercen los gobernantes sobre los medios para manipular la información, sea de forma directa o indirecta. O los malsanos vínculos que, en muchos países, parte del periodismo mantiene con el poder político y económico. Unas relaciones basadas en intercambio de favores o la utilización de la información como moneda de cambio para obtener ventajas, prebendas o subvenciones.
También es orwelliana LA ASFIXIANTE OPRESIÓN DE LA CORRECCIÓN POLÍTICA, CREADORA DE UNA ABSURDA NEO-LENGUA OBLIGATORIA , que condena a los transgresores a la marginación, el vilipendio o el ninguneo. La corrección política es una ideología opresora, que pretende fijar la forma de hablar, de sentir, de pensar, inmiscuiyéndose en los más íntimo de su vida personal y familiar ... Un marco en el que el GRAN HERMANO, ese dictador genialmente descrito por Orwell, intentaría vigilar todas y cada una de las conciencias… afortunadamente con un éxito incompleto.
Aceptémoslo, Occidente posee hoy día bastantes elementos huxleyanos y unos cuantos orwellianos. Pero todavía espacios de libertad… para quien tenga los arrestos de ejercerla.


LA IDEOLOGÍA INVISIBLE EN AMAZON
Nos enfrentamos a un nuevo y temible totalitarismo, una ideología invisible , líquida y polimórfica que desborda las tradicionales fronteras ideológicas. Un monstruo con vida propia que apela a las emociones y no a la realidad, que promete proporcionar aquello que cada uno desee, aunque sea una identidad imposible. Incrustado dentro del propio poder, compra voluntades, proporciona provendas a quienes son sus cómplices y castiga con la muerte civil la quines lo desafían .”

Con una prosa directa y sin ornamentos, Javier Benegas desgrana para el gran público las claves de un nuevo totalitarismo, una ideología invisible que desborda las tradicionales fronteras partidistas y que ha penetrado en las sociedades democráticas, infectando como un virus nuestro pensamiento y estado de ánimo. LA IDEOLOGÍA INVISIBLE ES ALGO MÁS QUE UN LIBRO, ES UN VIAJE EN BUSCA DE LOS ORÍGENES DE ESTA AMENAZA PARA ENTENDERLA Y DESACTIVARLA.
El brusco cambio de mentalidad que supuso la Gran Guerra de 1914, en especial para una nueva generación de europeos; la ingeniería social sueca como vía alternativa al marxismo que arranca en los años 20 del pasado siglo y se hace omnipresente durante la década de 1970, propagándose en el mundo occidental; las revueltas de los años 60, cuyo catalizador fue otra guerra, la de Vietnam; la historia en apariencia congelada por la Guerra Fría, que se descongelará y desbordará a Occidente como un tsunami silencioso tras la caída del Muro de Berlín; la consolidación del Gran Gobierno que permitirá a los estados no sólo redistribuir la riqueza, sino recrear la moral de la sociedad; las mutaciones ideológicas que emergen de los escombros de las viejas ideologías; el auge del imperio de los expertos y la dictadura del Bien; la vehemencia de las élites y su virulento choque con las redes sociales; la reactancia social que eclosiona con una fuerza inusitada en el presente… Todos estos elementos y otros hallazgos dan forma a un libro que, como un potente foco, arroja luz sobre las tinieblas del presente.
LA IDEOLOGÍA INVISIBLE no es una aseada y conveniente teoría del todo, es un libro crítico e inquietante que analiza un vertiginoso proceso de transformación que, como la hidra tiene, numerosas cabezas . Una lectura imprescindible para quien, joven o mayor, decida ir más allá de la espuma de la noticia y NO TENGA MIEDO A PENSAR POR SÍ MISMO Y ENFRENTARSE A CUESTIONES INCÓMODAS.
Su autor, Javier Benegas (1965) es un escritor y periodista español precursor del llamado “periodismo lento”, cuyos artículos son muy celebrados por el público. Es autor de Sociedad terminal: la comunicación como arma de destrucción masiva (2007) y coautor de Catarsis. Se vislumbra el final del régimen (2013). Es cofundador del diario digital Vozpópuli, del que fue jefe de opinión. En la actualidad dirige el diario de análisis y opinión DISIDENTIA, del que también es fundador. Es conocido en las redes sociales por su activismo EN DEFENSA DE LA LIBERTAD Y LOS VALORES DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL.
Javier Benegas, DISIDENTIA + Entrevista al autor >>
https://youtu.be/YhC28UN9jm0

miércoles, 28 de octubre de 2020

UN NUEVO COMIENZO...

UN NUEVO COMIENZO (SI)... 

Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila,
cuando todo a tu alrededor es cabeza perdida,
Si tienes en ti mismo una fe que te niegan,
y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan.

Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera; 
Si engañado, no engañas, 
Si no buscas más odio, que el odio que te tengan… 
y aun así no te las das de bueno ni de sabio. 

Si eres bueno, y no finges ser mejor de lo que eres;
Si al hablar no exageras lo que sabes y quieres. 
Si sueñas, y los sueños no te hacen su esclavo;
Si piensas y rechazas lo que piensas en vano. 

Si tropiezas con el triunfo, si llega tu derrota, 
y a los dos impostores les tratas de igual forma. 
Si logras que se sepa la verdad que has hablado, 
a pesar del sofisma del Orbe encanallado. 
Si vuelves al comienzo de la obra perdida, 
aunque esta obra sea la de toda tu vida. 

Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría
tus ganancias de siempre a la suerte de un día;
y pierdes y te lanzas de nuevo a la pelea, 
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era. 

Si logras que tus nervios y el corazón te asistan,
aun después de su fuga de tu cuerpo en fatiga, 
y se agarren contigo cuando no quede nada 
porque tú lo deseas y lo quieres y mandas. 

Si hablas con el pueblo, y guardas tu virtud, 
Si marchas junto a Reyes con tu paso y tu luz, 
sin menospreciar por ello a la gente común 
Si nadie que te hiera llega a hacerte la herida. 

Si todos te reclaman y ni uno te precisa 
Si llenas el minuto inolvidable y cierto, 
de sesenta segundos que te lleven al cielo… 
Todo lo de esta tierra será de tu dominio, 
y mucho más aún: serás Hombre, ¡hijo mío! 


 “IF”, Rudyard Kipling 

En el VIDEO se ha cambiado la letra del poema original de Kipling
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